lunes, 13 de diciembre de 2010

El origen de los Cuadernos de Naturaleza Tundra


Acabábamos de mudarnos a este pequeño pueblo de poco más de seiscientos habitantes y, una tarde, en el café del casino viejo, un niño de doce años -llamado Víctor, casualmente- enterado de mi oficio comenzó a preguntarme... "¿Cual es el ave más grande del Mundo? ¿Y el águila real, qué tamaño tiene y cuánto pesa? ¿Es verdad que caza cabras? ¿Y la lechuza de Harry Potter, cómo podría ver yo una?...". Me confiesa que su pasión son las rapaces, y que le gustaría ir a verlas a los Pirineos y el Himalaya... "No hace falta -le digo- aquí mismo, en el pueblo y alrededores, puedes ver muchas especies de rapaces y cientos de otras aves; precisamente hace poco terminé un libro sobre aves que incluye el marjal de este término...". Pero -pensé de inmediato- ¿cómo le doy yo a este chiquillo, o a cualquier otra persona, tenga la edad que tenga, que no está metida en el tema y que está empezando a interesarse, este mamotreto medio técnico, todo gráficas y tablas sin apenas ilustraciones? Terminaría casi seguro con su afición: cifras y letras ¡Menudo aburrimiento eso de los pájaros! Y ¿cómo le iba a prestar simplemente unas complejas -para quien empieza- guías de campo sobre aves? Incluso, las buenas de rapaces sólo están en inglés. Por no hablar de los precios, sobre todo de las traducciones publicadas en España, caso de querer adquirir una finalmente... ¡Cuántas aficiones truncadas por los injustificables precios carísimos de algunos editores!
Pocas semanas después, salieron publicados los dos primeros Cuadernos de Naturaleza Tundra: "Rapaces diurnas" y "Rapaces nocturnas". Me acerqué de nuevo al viejo café: "Aquí tienes, Víctor, creo que esto te puede ayudar a empezar...".



Sencillamente, buscando un formato fácil de usar y que resultara económicamente asequible para cualquiera, recordé el utilizado ampliamente en Norteamérica dentro de las Peterson Field Guides Series y por otras editoriales, en los países francófonos de la mano de Delachaux et Niestlé, etc. Sólo que en aquellos casos se limitan únicamente a rellenar las láminas con figuritas de aves, mamíferos, plantas, etc. que tan sólo muestran nombre y medidas a pie de dibujo, y yo pensé que sería una mejora notable y mucho más educativo/formativo si además incorporásemos unas primeras páginas de introducción al grupo de especies tratado, técnicas de observación, dónde buscarlas, conservación, un mapa con las mejores zonas de observación, etc. Conseguiríamos así unas publicaciones que no excluyeran a nadie -al alcance de todos los bolsillos- y que, pese a su sencillez, proporcionasen una puerta, un primer paso, hacia una afición que quizá empiece o se afiance con uno de estos cuadernillos desplegables, pero que después puede llevarnos a los niveles de desarrollo y profundización que cada uno deseemos.
Para nuestra sorpresa, hoy son numerosas las reimpresiones y varias las reediciones publicadas de algunos de estos cuadernos, con miles de ejemplares vendidos; incluso, se usan frecuentemente en multitud de cursos y actividades de educación ambiental.



Una de las portadas alternativas que ideó Patricia Méndez para el cuaderno 1.

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